Kathmandú
Katmandú, espiritual, histórica, amigable, tradicional y caótica como cualquier capital, esconde en su interior grandes tesoros por descubrir, monasterios, hermosas plazas, mercadillos llenos de olores nuevos para nosotros, gastronomía, callejuelas…
Comencemos viviendo una experiencia única, visitar a una divinidad real. Basantapur es el lugar de residencia de la Kumari Real, una auténtica princesa venerada como diosa viviente ya que se cree que es la reencarnación de la diosa Taleju, su elección entre todas las kumaris es una tradición que se remonta al siglo XVII.
Digamos que el epicentro de Katmandú es la Plaza Durbar, situada frente al Palacio Real, está considerada Patrimonio de la Humanidad junto con las otras Plazas Durbar de Patan y Baktapur. Sus impresionantes edificios representan los cuatro reinos que formaban Nepal.
Continuamos por el barrio de Thamel, ideal para comprar souvenirs con su mercadillo callejero lleno de vida, colores y olores se funden para transportarnos a un lugar único. El Templo de los Monos o Swayambhnath es uno de los más importantes y visitados, considerado también Patrimonio de la Humanidad, ofrece unas vistas espectaculares de la ciudad, la estupa principal con los ojos de Buda es lugar de peregrinaje, eso sí siempre hay que rodearla siguiendo las agujas del reloj sino queremos entorpecer el camino y traer el mal karma. Visitar la impresionante estupa de Bodhnath o Pashupatinath, el templo más sagrado de la capital y uno de los más importantes templos hinduistas de Shiva en el mundo dónde se realizan ceremonias y cremaciones también considerado Patrimonio de la Humanidad, son otros de los lugares indispensables que visitar.
Después del trágico terremoto de 2015, la capital quedó seriamente afectada. Durante nuestro viaje, podremos observar en algunos de los lugares más representativos de la ciudad los vestigios de la catástrofe, sin embargo la gente sigue manteniendo esa sonrisa y alegría que contagian.