No tiene estrellas Michelin, ni es el restaurante del mundo con mayores ingresos, sin embargo Mibu, en Tokyo está considerado por los grandes como un gurú de la gastronomía.
Su tradición tan singular y su espacio tan reducido, a penas 20 metros, rompen con el concepto de los mejores restaurantes del mundo, a la vez que lo elevan a lo más alto del concepto de lo exclusivo.
En el Mibu solo hay una mesa para ocho privilegiados comensales, y digo privilegiados, por que no es fácil realizar una reserva, para comer en el restaurante más exclusivo del mundo debes estar invitado por el matrimonio Ishida, los dueños del local, o bien ser uno de los 300 socios de su club.
Se dice de los platos de Hiroyoshi Ishida y su mujer que están llenos de energía espiritual, que se convierten en cocina las meditaciones de sus creencias budistas. Hiroyoshi está entre los más grandes del mundo de la peculiar cocina Kaiseki, una cocina que va más allá de lo que conocemos como cocina japonesa. En este tipo de cocina entran en juego otros factores como el volumen de plato (pueden llegar a servirse hasta 14) o la vajilla utilizada, que suelen ser obras de arte únicas.
Cada mes hay un menú distinto, y nunca se ha repetido un menú en los más de 20 años que lleva funcionando el restaurante. Los platos suelen incluir los mejores productos en su mejor época, pues los dueños respetan al detalle las exigencias de la naturaleza, la cual se respeta al máximo en la cocina Kaiseki.
Los productos principales son aparentemente sencillos: el pescado, las frutas, los tubérculos, el arroz y algo de carne de Kobe, pero están cuidados al detalle alcanzando la perfección en sus platos.
Ferrán Adriá, que visitó Mibu hace 12 años es uno de los mayores pregoneros de la cocina de Hiroyoshi, al que llevó a los altares diciendo que “los cocineros occidentales cocinan con las manos y con los 5 sentidos, pero Hiroyoshi era capaz de cocinar con el alma”.